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lunes, 30 de agosto de 2010

SISSI EL OCASO DE UNA REINA.... BIOGRAFIA DE ISABEL DE BAVIERA...


















Isabel de Wittelsbach Elisabeth Amalie Eugenie Herzogin in Bayern , apodada familiarmente Sissí, Múnich, 24 de diciembre de 1837 – Ginebra, 10 de septiembre de 1898, fue una princesa bávara de la Casa de Wittelsbach. Nacida con la dignidad de duquesa en Baviera y con tratamiento de Su Alteza Real, fue hija del duque Maximiliano de Baviera y de la Princesa Real Ludovica de Baviera. Por matrimonio se convirtió en Emperatriz de Austria (1854-1898) y Reina Consorte de Hungría (1867-1898), entre otros muchos títulos inherentes a la Casa de Habsburgo-Lorena.

Isabel nació en la ciudad de Múnich, Baviera. Su padre, Maximiliano de Baviera, duque en Baviera, procedía de una rama menor de la Casa de Wittelsbach, la de Condes Palatinos de Zweibrücken-Birkenfeld-Gelnhausen. Su madre, Ludovica de Baviera, era sin embargo hija del Rey Maximiliano I de Baviera y, por tanto, Princesa Real de Baviera. Educada, como sus hermanos, lejos de la Corte de Baviera, pasó la mayor parte de su infancia a caballo entre su ciudad natal y los salvajes parajes que rodeaban al Castillo de Possenhofen, una construcción a orillas del Lago Starnberg que su padre había adquirido para ser utilizada como residencia de verano y que pronto se convirtió en la residencia preferida por la familia ducal. Con 16 años, Isabel acompañó a su madre y a su hermana mayor, Elena de Baviera, a la que familiarmente apodaban Nené, en un viaje a la residencia de verano de la Familia Real de Austria, situada en Bad Ischl, donde esperaba la archiduquesa de Austria Sofía de Baviera, hermana de Ludovica, junto a su hijo, el Emperador de Austria, Francisco José I. Tal encuentro estaba preparado para que el Emperador se fijase en Elena y la tomase como prometida. Sin embargo, Francisco José, de 23 años, se sintió inmediatamente atraído por Isabel, trastocando los planes que madre y tía tenían para ellos.



Así, un año después del primer encuentro, el 24 de abril de 1854 en la Iglesia de los Agustinos de Viena, Isabel contrajo matrimonio con su primo, el Emperador de Austria, convirtiéndose así en Emperatriz. Isabel tuvo desde el principio serias dificultades para adaptarse a la estricta etiqueta que se practicaba en la Corte Imperial de Viena. Aun así, le dio al Emperador cuatro hijos:

* Sofía Federica de Habsburgo-Lorena, archiduquesa de Austria (1855-1857) fallecida a los dos años de edad aquejada de tifus.
* Gisela de Habsburgo-Lorena, archiduquesa de Austria (1856-1932).
* Rodolfo de Habsburgo-Lorena, el esperado Príncipe Heredero de la Corona (1858-1889).
* María Valeria de Habsburgo-Lorena, archiduquesa de Austria (1868-1924).

En una visita a Hungría en 1857, Isabel se empeñó a llevar consigo a las archiduquesas Sofía y Gisela, a pesar de la rotunda negativa de su suegra, la archiduquesa Sofía. Durante el viaje, las niñas enfermaron gravemente, padeciendo altas fiebres y severos ataques de diarrea. Mientras que la pequeña Gisela se recuperaba rápidamente, su hermana no tuvo la misma suerte y pereció, seguramente deshidratada. Su muerte, que sumió a Isabel en una profunda depresión que marcaría su carácter para el resto de su vida, propició que le fuese denegado el derecho sobre la crianza del resto de sus hijos, que quedaron a cargo de su suegra, la archiduquesa Sofía. Tras el nacimiento del príncipe Rodolfo, la relación entre Isabel y Francisco José comenzó a enfriarse. Isabel, por su parte, sólo pudo criar a su última hija, María Valeria, a la que ella misma llamaba cariñosamente "mi hija húngara", dado el gran aprecio que le tenía al país de Hungría, lugar donde habitualmente se refugiaba y en cuya cultura y costumbres se empeñó en educarla. Los grandes enemigos que Isabel hizo a lo largo de su vida la llamaban despectivamente "la niña húngara" y no precisamente por el amor que su madre prefesaba por tal país, sino porque creían que la niña era fruto en realidad de algún escarceo sexual que Isabel habría mantenido con el conde húngaro Gyula Andrássy. No obstante, el gran parecido que Valeria guardaba con su padre, el Emperador, se encargó de desmentir tales rumores.


Dotada de una gran belleza, Isabel se caracterizó por ser una persona rebelde, culta y demasiado avanzada para su tiempo. Fumaba cigarrillos, algo insólito para la época. Adoraba la equitación, llegando a participar en muchos torneos. Sentía un gran aprecio por los animales: amaba a sus perros, costumbre heredada de su madre, hasta el punto de pasear con ellos por los salones de palacio. Le gustaban los papagayos y los animales exóticos en general: incluso llegó a tener su propia pista circense en los jardines de su palacio en Corfú. Hablaba varios idiomas: el alemán, el inglés, el francés, el húngaro, propiciado por su interés e identificación con la causa húngara, y el griego, este último aprendido con ahínco para poder disfrutar de las obras clásicas en su idioma original. Cuidaba su figura de una forma maniática, llegando a hacerse instalar unas anillas en sus habitaciones para poder practicar deporte sin ser vista. Su alimentación dio también mucho que hablar, pues se alimentaba básicamente a base de pescado hervido, alguna fruta, y jugo de carne exprimida. A partir de los 35 años no volvió a dejar que nadie la retratase o tomase una fotografía; para ello, adoptó la costumbre de llevar siempre un velo azul, una sombrilla y un gran abanico de cuero negro con el que cubría su cara cuando alguien se acercaba demasiado a ella. También, entre otras excentricidades, al final de su vida se hizo tatuar un ancla en el hombro (por el gran amor que sentía por el mar y las travesías y por sentirse sin patria propia, como los eternos marineros que vagan por el mundo) y se hacía atar al mástil de su barco durante las tormentas. Paseaba a diario durante ocho largas horas, llegando a extenuar a varias de sus damas de su séquito, entre ellas Ida Ferenczy o Marie Festetics. Además, adoraba viajar, nunca permaneciendo en el mismo lugar durante más de dos semanas. Disfrutó de la literatura, en especial de las obras de William Shakespeare, de Friedrich Hegel, y de su poeta predilecto, Heinrich Heine. Por último, detestaba el ridículo protocolo de la Corte Imperial de Viena, de la que procuró permanecer alejada durante el mayor tiempo posible y a la que desarrolló una auténtica fobia que le provocaba trastornos psicosomáticos como cefaleas, náuseas y depresión nerviosa. La Emperatriz se mantuvo, siempre que pudo, alejada de la vida pública. Fue una emperatriz ausente de su Imperio, aunque no por ello menos pendiente de los asuntos de Estado. De hecho fue la propia Emperatriz una de las impulsoras de la coronación de Francisco José como rey de Hungría, hecho que se produjo finalmente en 1867. Cabe destacar que también toleró el intenso romance de su marido con la actriz Katharina Schratt, a quien los conyuges conocían cariñosamente como la amiga y cuya presencia en la corte levantó ampollas entre los sectores más religiosos y reaccionarios de Viena. Ella fue quién los presentó y se encargó de forjar la amistad entre su marido y la actriz, ya que se lamentaba de sus ausencias de la capital austríaca y, en consecuencia, de sus ausencias al lado de su marido. Aun así, la pareja se profesaba un gran amor y cariño mutuos.[1]


En 1889, la vida de la Emperatriz cambiaría radicalmente a causa del suicidio de su único hijo. El príncipe Rodolfo, de 30 años, que padecía de ciertos trastornos psicológicos causados en parte por la estricta educación militar a la que fue sometido en su infancia, convenció a su amante, la joven baronesa María Vetsera, para que se quitase la vida junto a él. Sin embargo, se habló, y aún hoy en día se habla, de un complot contra Rodolfo. Por un lado, la hipótesis de un complot tejido por los servicios secretos austríacos, dadas las ideas radicales y liberales que el hijo del Emperador profesaba. Por otro lado, la hipótesis de un complot urdido por los servicios secretos franceses ante la negativa de Rodolfo de dar un golpe fatal a la política de su padre. Todo esto se fundamenta en los estudios sobre los cuerpos de los fallecidos. Ella, según dichos estudios, no murió del disparo en la cabeza, sino de una paliza previa. Él presentaba cortes en la cara y en varias partes del cuerpo, algo impropio de un suicido, que se taparon con maquillaje antes de su funeral en Viena. También se habló de la ausencia de dedos en una de sus manos... A pesar de las hipótesis, la causa de su muerte es a día de hoy una incógnita.

Este episodio, que se conoce con el nombre de El incidente de Mayerling por ser Mayerling el nombre del refugio de caza donde ocurrió la tragedia, dejó marcado también al Emperador, que de la noche al día se encontró sin un heredero que se hiciese cargo del vasto Imperio austrohúngaro.

Tras la muerte de su hijo, la Emperatriz abandonó Viena y adoptó el negro como el único color para su vestimenta, a la par que su fobia a ser retratada incrementaba. Sólo unas pocas fotografías se conservan de fotógrafos con suerte que lograron congelarla en una imagen sin que ella lo advirtiera. Con el tiempo, se hizo extraño que la Emperatriz visitase a su marido en Viena, pero, curiosamente, su correspondencia aumentó de frecuencia durante los últimos años, y la relación entre los esposos se fue convirtiendo en platónica y cariñosa.

Esta última etapa en la vida de la Emperatriz estuvo marcada más que nunca por los viajes. Compró un barco de vapor al que llamó Miramar, y en él recorrió el Mar Mediterráneo, siendo uno de sus lugares favoritos Cap Martin, en la Rivera Francesa, donde el turismo se había hecho constante a partir de la segunda mitad del siglo XIX. También pasaría algunas temporadas de verano en el Lago de Ginebra en Suiza, Bad Ischl en Austria, y en Corfú, donde construyó su palacio, el Achilleion, en honor de Aquiles, uno de sus héroes griegos preferidos. Además, visitó otros países como Portugal, España, Marruecos, Argelia, Malta y Grecia, Turquía y Egipto.


El 10 de septiembre de 1898, mientras paseaba por el Lago Lemán de Ginebra con una de sus damas de compañía, la condesa Irma Sztaray, fue atacada por un anarquista italiano, Luigi Lucheni, que fingió tropezarse con ellas, aprovechando el desconcierto para deslizar un fino estilete en el corazón de la Emperatriz. Al principio, Isabel no fue consciente de lo que había sucedido. Solamente al subir al barco que las estaba esperando, comenzó a sentirse mal y a marearse. Cuando se desvaneció, su dama de compañía avisó al capitán del barco de la identidad de la dama y regresaron al puerto. Ella misma desabrochó el vestido de la Emperatriz para que respirara mejor y, al hacerlo, vio una pequeña mancha de sangre sobre el pecho, causada por el estilete, que había provocado una mínima pérdida de sangre sobre el miocardio, suficiente para causar la muerte. Luigi Lucheni estaba en realidad planeando un atentado contra el pretendiente al trono francés, un príncipe de la Casa de Orléans pero al leer en un periódico que la visita del príncipe francés había sido anulada y que la Emperatriz se encontraba en la ciudad, decidió buscar en ella a la víctima perfecta para pasar a la posteridad. El cuerpo de la Emperatriz fue trasladado a Viena entre el gran cortejo fúnebre que el protocolo dictaba, siendo sepultada en la Cripta Imperial o Kaisergruft, en la Iglesia de los Capuchinos, en vez de en su palacio de Corfú, el Achilleion, donde deseaba recibir sepultura realmente, tal como indicó en su testamento.

Es dudoso su papel político en cuanto a presencia pública, pero no se desentendió de las causas que lo merecían. Ella fue la impulsora, y por la que se consiguió, para lograr el compromiso de 1867 por el que se creaba la monarquía dual austrohúngara, creando presión sobre su marido, el Emperador. Al ser coronada reina de Hungría el 8 de junio de 1867 en Cfen, recibió como obsequio el Palacio Real de Gödölő. Esto, junto con sus continuos viajes a Hungría acrecentó el rumor de una relación sentimental con el conde Gyula Andrássy. La causa de sus viajes continuos a Hungría era la profunda simpatía e identificación con la cultura y la causa húngaras.

Entre sus destinos en el extranjero cabe destacar Baviera, Grecia e Irlanda. También visitó ciudades españolas como Palma de Mallorca, Alicante y Elche, donde bautizó una palmera de siete brazos. Estuvo también en Madeira recuperándose de una tuberculosis. Sissi padeció trastornos de tipo nervioso como anorexia, depresión, ansiedad y fobia a la vida pública.

Con el enfermizo objetivo de mantener su peso en 50 kilos y su cintura de tan sólo 47 centímetros, con una altura de 1,72 metros, la Emperatriz inventó sus propias dietas para adelgazar consistentes en jugo de carne y algo de fruta, y en largas caminatas diarias de más de 10 km que agotaban a todas sus damas de compañía, que tenían que ser relevadas al poco tiempo. Como en aquella época los especialistas de nutrición no existían, nadie podía informarle a Isabel de que su estado correspondía con el de una enferma bulmaréxica, mezcla de las dos enfermedades nutricionales más extendidas del Occidente actual: bulimia y anorexia. Sus comportamientos obsesivos no hacían efecto sólo en sus hábitos alimenticios, sino también en las ocupaciones diarias, ya que tenía la necesidad de siempre estar en movimiento, de no sentarse, de caminar por largas horas y de montar otras muchas a caballo. El desencadenante principal de esta obsesión para mantenerse bella y delgada empezó por sus primeros tres embarazos de rápida sucesión. Además, la emperatriz no deseaba mantener relaciones con su marido.

Los alimentos principales de la Emperatriz eran carne de ternera, pollo, venado y perdiz; carne fría, sangre de buey cruda, tartas, helado y leche, prescindiendo de verduras y frutas, a excepción de naranjas. Sin embargo, era muy extraño que demostrara su apetito delante de cualquier persona. Los únicos que habían tenido la oportunidad de ver a la Emperatriz sentada ante una mesa fueron sus hermanos, algún otro miembro de la familia de Baviera, su hija menor, a quien consideraba como única hija, y su profesor de equitación, Middleton.

Dicen que cuando Sissi se comprometió con el Emperador, la madre de éste, la Archiduquesa Sofía de Baviera descubrió con horror que tenía dientes amarillos y eso fue el motivo de la primera crítica de la suegra hacia la futura esposa de Francisco José. Con el tiempo la Emperatriz perdió progresivamente los dientes debido a su mal cuidado y falta de aseo. Siempre evitó sonreír a boca abierta frente a la corte y al público en general por esa falta de dientes que la acomplejó durante sus últimos años.

Como parte de la familia Wittelsbach, la equitación fue una de sus grandes pasiones, que compartía con los Habsburgo, la familia de su esposo, mientras que los Borbones eran aficionados por el arte. La necesidad de aire libre la heredó de su padre el duque Maximiliano, que inculcó a sus nueve hijos el amor por el campo y los animales.

Su afán como amazona no sólo tenía que ver con el arte de montar, que realizaba de lado, sino también a su vestimenta. Una vez sentada en el caballo, ordenaba coser su traje de falda larga para que tuviera una caída perfecta. La Emperatriz convirtió la gimnasia en una actividad diaria que alargaba de manera compulsiva varias horas, algo que no era común para una dama de su época. En todos los palacios en los que se asentó mandó colocar espalderas, anillas y escaleras. Estas obsesiones hicieron que su vanidad se acrecentara a lo largo de los años y ni siquiera las noches le otorgaban un buen sueño. Por su parte, las actividades corporales y su estricta dieta aumentaron su carácter ya de por sí neurasténico, algo que afectó su salud gravemente. Isabel sufrió reuma, neuritis y otras enfermendades a causa de su ayuno flagelante.





Desde los 44 años sufrió casi todo el tiempo dolores de ciática y acumulación de líquidos en las piernas. No le ayudaron sus visitas a los balnearios que frecuentaba, aunque el médico Georg Metzger, probablemente ayudado por la psiquiatría, logró cambiar sus manías nutritivas.

Personaje histórico que ha pasado al cine a través de películas austro-alemanas de los años 50 como Sissí, Sissí Emperatriz y El destino de Sissí, todas ellas protagonizadas por la bella actriz vienesa Romy Schneider, así como Ludwig II, de 1972, aunque ya en 1932 la realizadora alemana Lotte Reiniger hizo un corto sobre la emperatriz. También fue interpretada por Ava Gardner en Mayerling (1968). La escritora española Ángeles Caso ha escrito varios libros sobre la emperatriz desmitificando la imagen que de ella se dio en el cine y existen numerosas publicaciones sobre su vida en numerosos idiomas. En 1998, con motivo del centenario de su muerte, se estrenó en Viena el musical Elizabeth. En la serie "Comisario Rex", de Austria, hubo un episodio titulado "Sissi", sobre una asesina que pretendía mimetizarse con ella. Su imagen es actualmente un icono turístico de Austria; así en el palacio Hofburg de Viena, que ella tanto detestaba, hay actualmente un museo en su honor. Uno de los más famosos valses de Johann Strauss lleva el nombre de "Sissi Emperatriz" pues fue estrenado en un cumpleaños de la soberana y ha pasado a la posteridad como una gran obra musical decimonónica.



OBRAS DE ANGELES CASO

* Asturias desde la noche. 1988. Guía.
* Elisabeth, emperatriz de Austria-Hungría o el hada. 1993. Biografía de Sissi, emperatriz de Austria-Hungría.
* El peso de las sombras. 1994. Novela.
* El inmortal. 1996. Cuento.
* El mundo visto desde el cielo. 1997. Novela.
* El resto de la vida. 1998. Novela.
* El verano de Lucky. 1999. Novela.
* La trompa de los monos. 1999. Cuento.
* La alegría de vivir. 1999. Cuento.
* Un largo silencio. 2000. Novela.
* Giuseppe Verdi, la intensa vida de un genio. 2001. Biografía del compositor italiano Giuseppe Verdi.
* Las olvidadas, una historia de mujeres creadoras. 2005. Ensayo.
* Contra el viento. 2009. Novela.


LEY LA BIOGRAFIA DE ISABEL DE BAVIERA CON EL FERVOR QUE SE LEE UN CUENTO DE PRINCESAS
ME INMISCULLI ENTRE LA MALEZA DE LOS ENTRESIJOS DE LA REALEZA, Y SENTI CADA LAGRIMA DERRAMADA POR SISSI CADA CARTA ESCRITA DE SU PUÑO Y LETRA A FRANCISCO EL AMOR QUE SE SENTIAN Y QUE POCO A POCO SE FUE EVAPORANDO LO PLATONICO A LO ABSTRACTO, ES UN LIBRO MUY ESPECIAL PARA MI Y ANGELES CASO ES UNA GENIA EN ESTE PROYECTO AL IGUAL QUE EN OTROS PERO ESTE LO SUPERA, QUIEN NO QUISO SER SISSI YO AFERRIMA A ELLA LA ADMIRABA Y LA ADMIRO, CUANDO ME CASE QUISE SER SISSI POR UN DIA ERA MI SUEÑO TANTAS VECES RELEIDA SU VIDA Y VISTAS SUS PELICULAS QUE SOÑABA CADA NOCHE CON ELLA PERO TODO EL ORO NO ES LO QUE RELUCE Y AL LEER SU BIOGRAFIA UNAS LAGRIMAS AMARGAS EMERGIERON DE MI RETINA QUE TRISTEZA POBRE ISABEL QUE PENA DE VIDA SIENDO EXCLAVA DE LO QUE NO SE ES OS LO RECOMIENDO OS ENCANTARA.....MARIA



7 comentarios:

  1. Siempre me fascinó el personaje de Sissi. Qué maravilloso artículo has elaborado, amiga gaviota.

    abrazos

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  2. Hola amiga,
    Ya volví de mis vacaciones, y me paso para saludarte. He visto innumerables veces la película sobre Sissi, es una lástima ver cómo terminó. Cierto es que no es oro todo lo que reluce. Trágico.
    Un abrazo.

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  3. Sissi es un personaje que me fascina, creo que todas hemos querido ser ella en algún momento.
    Encuentro que fué una mujer inteligente y muy avanzada a su época y que tuvo que bregar con muchos obstaculos.
    Un besito. Gaviota.

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  4. Me gustaria verla no la vi. Pase a esta tu otra casita.
    Saludines.

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  5. Me quedo en este tu espacio de lectura, pues además de la pintura este es otro de mis vicios, porque no puedo ni quiero dejarlos, me gusta tu blog, abrazos.

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  6. Gaviota te felicito por tu amor a las letras.La biografía que nos has presentado es muy buena,siempre admiramos a Sissi como un personaje de nuestros cuentos y aunque sea real y trágica seguirá estando en la mente y en el corazón de todos.
    Gracias por tu mensaje,ya mismo estoy de vuelta.Te dejo mi abrazo inmenso y mi ánimo,amiga.
    M.Jesús

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  7. Gaviota, no se si soy una gran despitada o que..., pero deje un comentario en tu blog, sobre la biografía de Elisabth de Austria.

    Leí su biografía y sentí un gran impacto, ya que la conocíamos como Sissi Emperatriz y todo un jardín de rosas.

    Te puse que durante años hasta el final de sus días estuvo con un velo negro tapandola la cara...
    He visitado Viena, y por supuesto su Palacio un lujo expectacular, el salon de los espejos es el que mas me impacto, pero nada tiene desperdicio.

    Me gusta mucho como lo has enfocado y la realidad dura de la verdad.

    Gaviota, tienes una cosita en mi blog para ti.

    Un beso muy fuerte y me asegurare que salga la contestación

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